-¿Quieres oír la historia de tu padre?
- Me haría tremendamente feliz que lo hicieras
-Una noche en el aeropuerto. Quería coger el primer vuelo de la mañana rumbo a Barcelona. Solo tenía la compañía de mi maleta y unos cuantos libros para entretenerme un buen rato. En esos tiempos no existían los teléfonos móviles como ahora, así que tuve que conformarme con una buena lectura, esperando que la historia que leyera fuera apasionante. Para soportar un poco mejor el frío que hacía en la terminal, me fui directa a una de las pocas cafeterías que estaban abiertas 24 horas. El café francamente, no estaba muy apetecible pero no había otra opción mejor.
Los ojos me dolían de ver tanta letra y solo me quedaba la compañía del silencio que había de fondo. La mayoría de la gente hacía rondas de paseo para que no se le durmieran las piernas o se las ingeniaban para tumbarse en una montaña de ropa para evitar que se les congelaran el trasero. Un hombre llevaba andando en circulo durante una hora y su rostro estaba realmente cansando de tanta vuelta. En cuanto estuvo cerca no dudé en invitarle a un café y algo de charla.
Resultó ser una conversación que no quería que acabara nunca. Mientras el resto dormían nosotros no dejábamos de conversar sobre nuestros sueños e inquietudes. Una pena que tenía que acabarse porqué el destino se había encargado de que cogiéramos dos aviones diferentes. Pero esas horas, queríamos que siguieran en nuestros recuerdos y que no perdiésemos el contacto pese a vivir en ciudades distintas, aunque fuera por carta. No dudamos en dar nuestras direcciones, esperando que nos atreviéramos a dar el siguiente paso. Y lo hicimos, durante años escribimos cartas llenas de ilusión y cada vez más amor. Cada nueva carta que llegaba a mi buzón el corazón literalmente se me salía del pecho de la gran alegría que sentía en mi interior. Acabé por comprar un enorme baúl para poner las que iba acumulando.
Llegó el momento de tomar una decisión.No podíamos seguir solo imaginándonos abrazados y decirnos todo lo que sentíamos el uno por el otro. Queríamos que fuera real. Que nuestros cuerpos se tocaran y se estremecieran. La imaginación no era suficiente para mi pobre corazón enamorado.
La primera visita fue inolvidable. El pulso lo tenía acelerado como nunca. Cerraba los ojos y me imaginaba el momento de verle por fin a mi lado. Agarrarlo y no soltarlo jamás.
Su rostro al verme mostraba una felicidad que ni puedo expresar con palabras. Ese día completo recorrimos la ciudad, me compraba flores en cada puesto que encontraba, yo se lo agradecía con unos besos apasionados que no sabíamos cuando acabar para volver a respirar. Cada hora era un verdadero regalo y pensar que al día siguiente me volvería a dejar, me desconsolaba.
Tras pasar toda la noche jugando con las sabanas y derritiendo nuestra pasión llegaba el momento de decir adios.
“¡Vuelve pronto amor mío!”- le gritaba, mientras el resto del mundo nos miraba con cara de no enterarse de nada.
Pasaron los meses, los años y reunirnos se había convertido en algo escaso. Las cartas que me enviaba no me consolaban, provocaban que tuviera más ganas de verle. Aquellas llamadas telefónicas de horas poco a poco se convirtieron en pocos minutos, con las mismas palabras, ¿Cómo estás? ¿ Que has hecho hoy?
Dejó de escribirme, seguramente había decidido seguir con su vida y olvidarse de mí. Cuando ya pensaba que nuestra relación había terminado…
Me llamó por teléfono y me dijo que vendría a visitarme y que tenía que darme una gran noticia. No sabía como reaccionar si tomármelo demasiado en serio, pero me dije a mi misma que no perdía nada por escuchar lo que tenía que decirme.
El mismo aeropuerto que hizo que nos conociéramos volvió a reunirnos para darnos una nueva oportunidad.
Las noticias no podían ser mejores. Venía a vivir a mi ciudad. Para él, la situación se había vuelto insostenible en la empresa familiar, quería empezar de cero. Su estado emocional le había aislado de las personas que le importaban, por ese motivo dejo de escribir y atender mis llamadas, necesitaba espacio para tomar la gran decisión.
Los siguientes meses fueron muy duros a nivel personal y profesional. Murió tu abuelo, más sumado que en cualquier momento pudiera quedarme sin trabajo. Tenerlo en mi vida lo compensaba completamente me daba las suficientes fuerzas para seguir adelante y no rendirme. Esos primeros años aprendimos a apoyarnos en lo malos momentos y nuestro amor decidió tomar el siguiente paso. Vivir juntos era lo siguiente. Tener un hogar lo cambió todo. Parecía que por fin la mala suerte se estaba alejando de nosotros.
Los siguientes años fueron los mejores. No éramos la pareja perfecta, porqué la convivencia saca nuestra verdadera personalidad, a veces te entran ganas de largarte y abandonar, otras que no se acabe nunca.
El apego inicial de hacer todo juntos se fue convirtiendo en un “te dejo tú espacio”, pero “aquí me tienes si me necesitas”. Compartir momentos, pero tener los propios si nos apetecía. Confiar el uno en el otro nos hizo madurar como pareja. Con los años ni siquiera se nos había ocurrido pasar por el altar, pero un día tu padre decidió que eso debía de cambiar.
La pedida, fue uno de los momentos más románticos que he vivido. Músicos acompañando el ambiente, rodeados de pétalos de rosas. Un anillo que adornó durante muchos años mi dedo. Una boda que nunca se pudo celebrar.
-No te pongas triste madre que esta historia merece tener otro final.
- Cuando murió tu padre en aquel accidente justo cuando me enteré que estaba embarazada fue demasiado para mí y más aún cuando en aquel paseo por la playa perdí el anillo.
No tuve la oportunidad de despedirme. Siempre he sentido su presencia, desde entonces como si me protegiera. Creo que vela por mí cada día de mi vida y lo hará hasta que decida reunirme con él. No he podido volver a tener pareja, todos mis esfuerzos fueron por criarte y cuidarte. No olvidar de contarte la historia de tu padre, por muy pesada que me pusiera.
- Me has hablado tantas veces de mi padre que en mi mente parecía que estuviese presente en mi vida. Cuando me bloqueaba y hablaba al vacio siempre me imaginaba que hablaba con él. ¿ Una locura verdad? De alguien que ni siquiera conocí.
- Te acuerdas de aquella vez que casi me atropellan.
- Como olvidarlo. Menudo susto me llevé.
- Que en en último momento sentí como si alguién me gritara para avisarme.
- Fui yo, quien pegó el grito al otro lado de la carretera. No te acuerdas.
- Porqué ha venido hoy. Me tienes olvidada. No me visitas como antes. Siempre dices lo mismo…
- Estoy muy ocupado. Lo sabes. Ahora no vivo tan cerca. Pero, no dejo de llamarte a diario para saber como estás.
- En eso tienes razón.
- ¿Que te ha traido hoy aquí?
-Tengo una sorpresa para ti. He encontrado el anillo que perdiste.
- Eso es imposible hijo.
- Te presento a Carlos Fernández
- ¿Quien es este hombre?
-Un hombre que le encanta ir con su detector de metales. Encontró el anillo y puso una foto en Facebook buscando al propietario. Lo reconocí y contacté con él.
- No puede ser. Creo que se me sale el corazón. Me vas a hacer llorar.
-por fín podrás reunirte de nuevo con él.
- Pero que dices hijo.
- Podrás volver a verlo.
- Creo que has perdido la razón, no es posible.
- Confía en mí y se hará realidad aquello que no pudiste realizar.
- ¿ Casarme con tú padre? ¿Es una broma?
- Espera que te contaré mi plan.
Veinte años pasaron desde que perdió el anillo. Ella sin saberlo había estado velada por su marido en forma de espíritu. El problema que no podía pasar al otro lado hasta que no resolviera sus asuntos pendientes. El anillo hizo posible que la boda se realizara, aunque fuera a través de una sesión de espiritismo, contactar con el fantasma. Casarse en una hermosa ceremonia y así por fin pasar al otro lado.
Escrito por Sandra Barrachina
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