Relatos,críticas y muchas sonrisas. Un trocito de vida.

jueves, 23 de febrero de 2023

ENSÉÑAME LA CURVATURA

Luis era un niño al que le encantaba meterse en problemas. Sus padres no podían controlarlo, ni mucho menos decirle qué hacer con su vida. Odiaba la escuela y no soportaba que un señor con barba le dijera cómo era el mundo. La mitad de los días se los pasaba dando vueltas por el patio del colegio, castigado por su comportamiento en el aula. A pesar de esto, le encantaba marcarse unos discursos que dejaba a sus amigos encandilados durante la hora del recreo.

Conforme fue creciendo, su comportamiento empeoró. No tenía interés por estudiar o leer un libro, su único propósito en la vida era llevar la contraria a todo el mundo. No importaba el tema que fuera, su visión siempre era la única posible. No razonaba para nada, siempre tenía la razón y si alguien lo contradecía, no dudaba en gritar e insultar.


Un día tuvo una iluminación. Viendo una película llamada "El Show de Truman", comprendió que el mundo estaba equivocado. Entendió que la Tierra no era redonda, sino plana. Una cúpula de cristal rodeaba el planeta y que el sol funcionaba como un péndulo, dando luz de un lado para otro. Pensaba que la Tierra era como los souvenirs en forma de bola de cristal con nieve falsa, y que el sol era una linterna que se movía como una bola de ping-pong. Esta imagen se le quedó grabada en la mente y todavía sigue presente. Hacía dibujos y bocetos de cómo debía ser el mundo, y le daba igual que alguien le mostrara pruebas de que estaba equivocado; si él decía que era plana, no había nada que discutir, era plana. Aparte de obsesionarse con este tema, iba trabajando en lo que podía, aunque la verdad es que no le duraban los trabajos. Martirizaba a sus compañeros con sus discursos y su falta de ganas de trabajar, lo que hacía que sus jefes se hartaran y lo acabaran echando.

En casa de sus padres, no se sentía cómodo, por lo que no dudó en marcharse al cumplir la mayoría de edad. Se sentía incomprendido y no lo soportaba más. Pese a que sus padres le insistían en que se quedara y retomara sus estudios, su respuesta siempre era la misma: "estudiar es una pérdida de tiempo".
Ahora nos encontramos en su plenitud, como adulto en la edad perfecta para convertirse en una persona responsable, trabajadora y con ganas de ganarse bien la vida. Eso sería lo normal para cualquiera, pero para Luis la normalidad es preocuparse más por un viaje inútil que solo existe en su imaginación, que en la realidad, convirtiéndose así en un gilipollas insoportable.
"¡Que el sol es el centro del universo! No os lo creáis. Todo son falsedades que se inventó un tipo que no sabía de lo que hablaba. Creed en mí. La verdad es lo que yo digo. Por eso estamos aquí, para demostrar a estos ilusos que se equivocan. Los gobiernos nos engañan. Nos están controlando todo lo que hacemos. No quieren que hagamos este viaje. Yo les hago una pregunta: ¿dónde está la curvatura? Quiero verla con mis propios ojos. Que hagan un ascensor bien alto para subirme a ver la puñetera curvatura. No pueden porque no la hay. La Tierra es plana y ya está, como los que se creen que el hombre pisó la Luna. Menuda mentira. Todo se rodó en un plató. Ni se te ocurra preguntarme cómo lo sé. Yo lo sé todo. Tengo una mente privilegiada que detecta todo lo falso. Nunca falla.


Menuda mente tiene nuestro amigo. Aunque parezca mentira, hay gente que lo sigue y acaba hipnotizada por sus palabras. Parece más un telepredicador que una persona, incluso un dibujo animado sería más razonable. Cuanta más estupidez suelta por su boca, más devotos se le agregan. El problema es que no se centra en un solo tema, ahora se ha obsesionado con meterse con los pasos de cebra, diciendo que es inhumano tratar tan mal el suelo que pisamos y que nuestros ancestros no lo habrían permitido. La pintura blanca es el diablo, aunque salve vidas, ¿qué más da? De los semáforos no comento nada, porque os lo podéis imaginar. Se manifiesta por cualquier cosa que según él tiene importancia, pero lo único que consigue es acabar en la cárcel o haciendo trabajos comunitarios. Lo que pretende es llamar la atención y le encanta que lo retraten haciendo alguna de sus locuras, como subirse a un puente y gritar que viva los extraterrestres, que no se comunican con nosotros porque saben que acabaríamos haciendo experimentos con ellos en el Área 51. Nos temen, por eso no vienen.


Ha acumulado tantas multas por su comportamiento que las autoridades ya no saben qué hacer con él. Le encanta que lo metan en prisión. Martiriza a su compañero de celda y consigue que acabe golpeando su cabeza con los barrotes pidiendo ayuda, porque no aguanta más a este tarado.

-Amigos, seguidme. Nos están engañando. Demostremos que la Tierra tiene un final. ¿Quién me presta un barco para hacer ese maravilloso viaje? Desmontaremos a esos científicos que con sus matemáticas solo nos confunden. Con sus cohetes infernales creados con efectos especiales que pretenden que creamos que son reales.

Seguro que este es de los que, cuando tiene un resfriado, se cura con el aire. La verdad es que cada vez que lo escucho, no sé si reírme o llorar. Analiza todo lo que dices y siempre lo convierte en algo negativo. Cree en todo lo que ve en la televisión y parece que le tiene alergia a los libros. Algunos de sus seguidores le pidieron que firmara un autógrafo en un libro y salió corriendo por miedo. Le encanta reinventar sus propias historias y cuanto más enrevesadas, más parecen una historia de ciencia ficción sin gracia. Como cuando le declaró la guerra al velcro, que para él era un insulto a los pobres botones. Ahora está empeñado en ir a la Antártida, solo con la intención de chocarse contra un muro de hielo, que según él rodea nuestro mundo y evita que nos caigamos al vacío o que los océanos se derramen. Pero esa teoría tiene un problema: todos los sistemas de navegación de los barcos tienen una tecnología donde la Tierra es un globo y no un plano. Encontrar el muro es navegar a ciegas, seguro que acabaría engullido por el Triángulo de las Bermudas.

-No ha podido ser. No hemos podido hacer el gran viaje al fin del mundo. No os preocupéis. Seguiremos con nuestro empeño de revelar la verdad que nos ocultan. ¿Quién se apunta a un viaje a Egipto? Dicen que han encontrado una nave alienígena.

Por favor, dejemos tranquilos a los extraterrestres.

Convivir con él no debe ser tarea fácil. Imaginarse compartiendo piso con una persona que siempre quiere declararte la guerra provoca que tengas ganas de tirarlo por la ventana. Cuando se fue a vivir con su nueva novia, no se imaginaba que fuera a salir bien, pero fue todo lo contrario, funcionó. Daniela, una muchacha que consiguió lo imposible, que por un tiempo Luis se olvidara de sus conspiraciones y paranoias locas. Estaba enamorado o simplemente había encontrado a la mujer perfecta.

Lo que tiene de especial Daniela es que es vegana y eso para algunos es un problema, pero para su novio era una bendición divina.
Para otros la circunstancia habría resultado insoportable. Vivir más de quince días habría sido un calvario imposible de aguantar. Ambos compartían el mismo entusiasmo de llevar la contraria al resto de mundo. Para ella, el veganismo era un ejercicio espiritual y no dudaba en dedicarle monólogos alabando el tofu. Ambos no tenían muchos amigos, ya que la mayoría no aguantaba ni una tarde con ellos. Un charlatán empedernido se puede tolerar, pero dos son imposibles de soportar. ¿Te imaginas tener que escucharlos hablar sobre alimentación y la Tierra plana durante toda una tarde? Terminarías con la cabeza a punto de explotar y poniéndote a dieta.

 
Aunque la convivencia era perfecta, con en tiempo se fue cansando. Su follonero interior lo llevó a romper la relación, lo que lo dejó con ganas de armarla con el primero que se cruzara en su camino.

De nuevo soltero, volvió a sus malas costumbres de buscarse problemas, perdiendo trabajos y malviviendo en una casa de okupas. Sin olvidarse de hacer reuniones clandestinas para hablar de sus ideas locas. ¿Qué será lo siguiente?

-Amigos, una nueva amenaza nos espera. El mundo está por desaparecer. Quieren que sigamos con nuestras vidas mientras planean acabar con la humanidad. Tranquilos, los hombres poderosos sobrevivirán al gran holocausto que está por llegar.

Los asteroides están impactando en nuestro suelo, convirtiendo nuestro planeta en un queso gruyere. La carrera espacial es solo una excusa para recaudar dinero.

Esta vez, Luis no se equivoca del todo. Algo está pasando, aunque decir que el mundo va a acabar es un poco exagerado. Lo que sucede es que en los últimos años la basura espacial se ha descontrolado. El espacio se ha convertido en un verdadero vertedero: restos de cohetes, satélites que han dejado de funcionar o partículas que acompañan a la atmósfera de la Tierra. La situación tiene que cambiar, los apagones cada vez son más frecuentes y la población no deja de perder los nervios cada vez que sus móviles dejan de funcionar. Depender tanto de la tecnología es lo que tiene, que te conviertes en un ser irracional con unas altas dosis de histeria incontrolada. La solución es fácil: ¡que vayan a limpiar esa maldita basura!

-Tengo un nuevo trabajo. Todavía no sé qué será, pero no pinta bien. La empresa se llama DumpSpace. Estoy obligado a aceptarlo por culpa de las horas comunitarias que tengo acumuladas. Al menos, por una vez, me alegra cobrar un sueldo, aunque sea poco. Estaba tieso y viviendo de milagro. Lo que no me gusta nada es tener que hacer tanto ejercicio y aprender a usar una maquinaria absurda. Pero por lo demás, tengo ganas de cambiar de aires. En la entrevista me hicieron unas cuantas preguntas, pero al final me acabé cabreando y me dejaron por imposible. Tengo un nuevo apodo: "El broncas".

Tras unos meses de duro entrenamiento, Luis está imposible. Su paranoia mental está cada vez peor. Se queja por todo. Ahora mismo está haciendo unas pruebas con un traje muy pesado, casi no puede ni andar, pero sí hablar. Su lengua no deja de echar humo con historias variopintas que solo él cree. Se acerca el momento de comenzar a poner en práctica todo lo aprendido durante meses, y no está por la labor de seguir las indicaciones. Aunque al saber dónde será el trabajo, le han hecho cambiar de actitud.

Qué maravilla, por fin podré ver la cúpula que rodea la Tierra. ¡Qué alegría! Podré demostrar que no tiene curvatura. No entiendo por qué mis compañeros no dejan de reírse.

-Oye, Luis, vas a cambiar la bombilla de ahí arriba. Cuidado con la cabeza, no te vayas a chocar con la cúpula. Espera que esta noche me van a abducir los extraterrestres.

Luis, con su traje espacial verde, y su casco que no dejaba de molestarle. Su cuello estaba tan rígido que parecía el de un muñeco sin articulaciones. El despegue del cohete fue inminente y su cara solo podía expresar miedo e ilusión.

Por fin podré demostrar la gran verdad. Hemos alcanzado la altura perfecta y seguro que no se podrá ver la curvatura. La Tierra no es un globo ni se le parece. Mis manos están a punto de abrir una gran puerta rumbo a un exterior que me dará la razón.

Sí, compañero, me ha encantado que pienses así. Tu paranoia en unos segundos será desmontada y el resto de la humanidad podrá respirar tranquila. Estás a punto de dar un gran paso para bajarte los humos, de conocer la verdad, perderás hasta las ganas de hablar. Mudo y con la cabeza agachada, avergonzado y sin ganas de nada. Tus payasadas paranoides que han martirizado a aquellos que no te daban la razón por fin serán vengadas.

-Luis, te has quedado sin habla. ¿Qué te pasa? Has encontrado la curvatura que tanto querías.

(off) Estoy muy cabreado. No solo la Tierra es redonda, sino que tengo que verla todos los días, limpiando basura espacial y viendo la dichosa curvatura. Ni hablo porque ya lo he hecho bastante. Me fastidia no tener razón y más aún tener que aguantar las bromas de mis compañeros todos los días. Ver amanecer es un suplicio insoportable. El sol no se comporta como esperaba.

Pobrecito, la vergüenza no le deja disfrutar del espectáculo espacial. Con el tiempo, fue aceptando que se equivocaba. Los compañeros se acabaron cansando de hacer bromas y comenzaron a intentar que recuperara las ganas de hablar. Los meses fueron pasando y era hora de volver a tierra firme. La basura espacial había desaparecido casi por completo. Luis cambió en su estancia. Su orgullo de tener siempre la razón desapareció y acabó disfrutando del espectáculo como cuando presenció su primer eclipse. Su cara de embobado le duró todo el día. Ahora toca volver.

-Qué tonto fui al pensar que la Tierra es plana. ¿En qué estaría pensando? Ahora me digo a mí mismo, ¿en cuántas cosas me habré equivocado? Me han entrado unas ganas tremendas de saber la verdad de todo.

Luis pasó de no coger un libro a leer una biblioteca entera. Antes daba sermones sin saber de qué hablaba, pero ahora es capaz de exponer tesis y argumentos que, solo con escucharlos, te hacen entrar en estado de somnolencia. Quién lo diría, ha pasado de ser un vendedor de humo a intelectual.






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ENERGIA FANTASMA



Desde niña, Elisa ha tenido mala suerte. Era bastante torpe con sus delgadas piernas, pues pesaba tan poco que si soplaran, se caería al instante. En clase, el profesor no le hacía caso y siempre prefería preguntar al que tenía en las primeras filas antes que a ella. En el patio, siempre era la descartada cuando tenían que formar algún grupo para jugar a algo. En parte,esto era porque no tenía suerte ni para golpear una pelota, y no podía evitar chutar al aire. 

En el cine, la mayoría de las veces se quedaba sin ver la película porque, cuando le tocaba comprar su entrada, ya no quedaban. Cuando lo conseguía, la película era aburrida y mala. Cuando iba de tiendas, se pasaba horas esperando para entrar en el probador. Daba igual a la hora que fuera, siempre había gente esperando en la cola. Decidió un día que nunca más esperaría para probarse ropa. ¿Que hacía? Coger la prenda y compraba directamente. Si no le quedaba bien, volvería a la tienda para cambiarla, pero lo que no se esperaba era que para cambiarla también tenía que hacer cola, y más todavía.

En el amor, siempre se tenía que conformar con la segunda opción. Nunca atraía al chico que le gustaba, pero entonces,  

¿ qué pasaba?  Que se enamoraban de ella .Eran tan atentos con ella que, al final, por no hacerles un feo, salía con ellos. La relación no duraba mucho, pero viendo el panorama, no veía otra opción. 

En esos tiempos, creía realmente que no tenía suerte. Le rodeaban las malas energías y no entendía el porqué. Al final, no dudó en acudir a una sesión de una vidente para que le leyera el futuro. Las cartas no eran claras. Cada cierto tiempo, volvía para hacerle nuevamente la misma pregunta. De momento, seguía sin aclararse. Ella creía que la mala suerte seguiría con ella para siempre. Que ser afortunada no era para ella. 

Sus padres decidieron divorciarse una mañana. Durante los siguientes meses, apenas dijo una palabra, la situación la estaba superando. Su mente estaba desbordada de la tristeza que sentía en su interior. Con los años aprendió que tenía que cambiar de rumbo, tomar una decisión que lo cambiaría todo. Un día, Elisa decidió dar el salto de independizarse, tener su propio hogar. Buscó un trabajo que le pudiera permitir pagar el alquiler de una vivienda y comenzar de nuevo. Quería que fuera en un barrio tranquilo, con grandes parques donde poder desconectar y relajarse. Con un mercado donde comprar carne y pescado de la mejor calidad. Tener contacto con gente. Un barrio que estuviera vivo, que fuera entrañable, donde cada instante pudiera ser recordado. Que estuviera vivo. Entonces, un día cuando menos lo esperaba, lo encontró. 

Era perfecto pero con un inconveniente. El piso estaba en condiciones horribles. ¿Puertas? Solamente estaba bien la de la entrada, todas las demás estaban en paradero desconocido.  Las paredes hacía siglos que no se pintaban, ese color negro no era normal. Pese a encontrarse en uno de los pisos más horribles, no dudó en quedarse. El barrio le había encantado y no podía imaginarse en otro lugar. 

Se había acostumbrado a su mala suerte, aunque ahora ese piso se había convertido en una nueva ilusión. A pesar de que se caía a trozos, estaba decidida a enontrar la manera de arreglarlo. Lo que no se imaginaba era que, al mudarse, había provocado que la buena energía que el piso transmitía hiciera su presencia para quedarse. 

Trabajaba durante toda la semana y cuando llegaba el fin de semana lo dedicaba a la casa. Su mente estaba enfocada en convertir esa vivienda que parecía sacada de una película de terror en un hogar para una auténtica princesa. Su esfuerzo tuvo su recompensa y por primera vez, parecía que la suerte estaba a su favor. Mientras pintaba las paredes, sentía como una energía le recorría todo el cuerpo. Apenas se cansaba. Pero lo mejor de todo era que su hogar estaba quedando tal como se lo había imaginado.

Pese al cambio tan satisfactorio de los acontecimientos, no podía evitar pensar que acabarían torciéndose de alguna manera. No todo podía ser tan bueno, tenía que haber alguna tara. Notaba una presencia a su alrededor, aunque no sabía cómo explicarla. Cuando le sucedía algo bueno, pensaba que tenía que ver con algo que ni ella misma comprendía. Era bueno, y eso le bastaba. Se desvelaba todas las noches a la misma hora, sentía un escalofrío por todo su cuerpo y escuchaba una voz que la llamaba por su nombre, pero no sabía de donde venía. Durante el resto del día todo era normal y sin ningún fenómeno extraño. Llegaba la noche y volvía el mismo ritual que no la dejaba dormir tranquila. Le tenía miedo, pero quería solucionar ese problema nocturno lo antes posible. Hasta que un día se lleno de valor, decidió plantar cara a la presencia. 

- ¡Espíritu que estás en mi casa, aparece ante mí! -gritó Elisa con todo el cuerpo temblando.- No quiero hacerte daño. Solo quiero darte las gracias por las cosas buenas que me has dado. Dime algo o hazme una señal. -Su estado de nerviosismo fue en aumento, solo quería aclarar lo que estaba pasando.- ¡Cada noche pediré que te muestres , no me cansaré de hacerlo hasta que pueda verte con mis propios ojos! 

 - No sé qué hacer -se preguntó el fantasma- Parece una buena chica, ¿estará preparada? Yo creo que no. Me quedaré observando a ver qué pasa. 

Durante un mes, Elisa cumplió su promesa. Cada noche pedía que el fantasma apareciera. Cuando pensaba que todo se lo había imaginado en su cabeza, el fantasma se mostró ante ella.

- Hola -dijo el fantasma con una voz dulce.- Aquí me tienes. 

- ¡Ahhhhh! -gritó Elisa. No creía lo que estaban viendo.

- Sabía que pasaría esto. No voy a hacerte daño -dijo varias veces el fantasma con la intención de calmarla. 

- ¡Eres un fantasma! -repitió muchas veces hasta que acabó sentada en el suelo. 

Tras el miedo inicial, tuvieron una conversación de lo más entretenida. 

-¿Dime, porqué estás en esta casa, Fantasma ?- Le preguntó Elisa que había dejado de temblar. 


-Morí en ella.- Contestó el fantasma con cara de no tener ganas de contarle más. 

-No debe ser fácil ser un fantasma. No poder tocar ni sentir ni nada. 

-La verdad a veces lo agradeces aislarte del mundo. Pero otras solo quieres encontrar a alguien con quien conversar.

-Ahora me has encontrado, puedes hablarme todo el tiempo que quieras.- Dijo Elisa sonriendo y con ganas de animar al fantasma – Me encanta hablar y mucha más escuchar. Seguro que puedes contarme alguna anécdota divertida, ya que seguramente no he sido la única que ha vivido en este piso. 

-Los demás siempre me temían. No son como tú-respondió el fantasma.

-Yo también, pero preferiría dormir tranquila. Tus voces solo me provocaban dolor de cabeza-dijo Elisa. 

-No puedo evitarlo, es mi profesión actual. Llamar la atención de los mortales para que me hagan caso. 

-Pues dilo que no cuesta tanto. Creía que me estaba volviendo medio loca. 

Estuvieron hablando hasta que llegó el amanecer. Casualmente, el fantasma resultó ser un muchacho que, físicamente parecía de la misma edad, a pesar de haber muerto hacía treinta años muerto. Los días siguientes siguieron con la misma rutina. 

- Me parece extraño pensar que cuando moriste yo todavía no había ni nacido- preguntó Elisa al fantasma- A pesar de todo, físicamente parecemos de la misma edad. 

- Los fantasmas no envejecemos -dijo sonriendo el fantasma- Cuando morimos nos quedamos con el aspecto que teníamos en ese momento. 

- ¿Por qué no has ido al otro lado? -dijo Elisa, mientras bebía de una botella. Se le había quedado seca la garganta. 

- La verdad, no lo sé. Supongo que cuando tenga ganas de irme podré hacerlo sin problemas. La gente siempre ha pensado que todos los fantasmas somos iguales, capaces de asustar hasta causarte un infarto. En mi caso, cuando he tenido que asustar a alguien ha sido porque no me caían bien o eran muy desagradables -el fantasma hizo una pausa y continuó- En tu caso es fácil, me caes bien.

-Antes de conocerte, no podía imaginarme que la suerte pudiera estar de mi parte. Desde mi niñez, las cosas siempre han sido muy complicadas para mí. Tener un poco de ayuda extra me hubiera venido genial – dijo Elisa.

- Si siempre estás pensando que todo te va ir mal, al final acabará pasando así- Respondió el fantasma.

- Quiero hacerte una pregunta -dijo Elisa esperando que el fantasma le resolviera una duda que le estaba rondando por la cabeza.- ¿Puedes salir de esta casa? ¿Me refiero, estás prisionero o algo parecido?

- Afortunadamente, puedo salir. Eso sí, tengo que hacerlo con la persona que vive en ella. 

- ¡No me digas! -sonrió Elisa- Entonces, vamos a dar una vuelta por el barrio. ¿Desde cuando no sales?
 
- Nunca lo he hecho -contestó el fantasma con timidez- Es la primera vez que hablo con alguien vivo.

- ¿Moriste hace poco tiempo? Físicamente parecemos de la misma edad.- le preguntó Elisa.

-Morí en 1991.  Desde entonces no me he atrevido a hablar con nadie que tenga pulso - le contestó el fantasma. 

- Quieres decir… -con cara de incrédula- ¿No has visto la Ciudad desde 1991? -Preguntó Elisa

- Pues, no. – Respondió el. Fantasms con cara de avergonzado- No sé lo que me voy a encontrar. Seguro que el mundo ha cambiado una barbaridad. 

- En 30 años, muchísimo. -dijo Elisa, riendo- Si quieres, podemos salir al exterior y lo ves con tus propios ojos. 

- Hagámoslo. Salgamos a ver la ciudad. -dijo el fantasma con entusiasmo.

Al salir del portal, el fantasma se quedó en estado de shock. No podía imaginar que todo lo que le rodeaba había cambiado tanto. La Barcelona que tenía en su memoria no tenía nada que ver con lo que estaba viendo. El final de la Rambla de Poblenou había dejado atrás las vías del tren. La ciudad industrial ya no existía. El olor a amoníaco daba paso al del mar. Era una Barcelona iluminada, muy alejada de la gris y oscura que era entonces. 

- Me sorprende ver tu reacción -dijo Elisa con ganas de contarle cómo había cambiado la ciudad. 

-¿No te importa hablarme por la calle? -preguntó el fantasma con cara de sorprendido- Solo tú puedes verme y oírme. 

- No me importa. Vamos a sentarnos y te cuento- dijo Elisa. 

- Yo no puedo sentarme. Floto. Pero puedo acompañarte-replico el fantasma

Elisa se sentó en un banco y comenzó a relatar, como si se tratara de un cuento, cómo un sueño olímpico hizo que la ciudad hiciera un gran cambio. Por entonces, ella era solo una niña pero recuerda como en esos años Barcelona se abrió al mar. Los edificios que rodeaban la antigua estación de Francia habían sido tan modernizados que parecían sacados de un museo de lo raros que eran. Había hoteles y más hoteles en un nuevo barrio que había surgido de la nada, la Vila olímpica, que parecía que no le faltaba de nada. 

La conversación continuó mientras caminaban. Alguna gente que pasaba a su lado la miraban extrañados porque hablaba al vacío, pero a Elisa le daba lo mismo. Se detuvieron en un parque para observar a unos niños disfrutando de los columpios, y luego fueron al mercado municipal a comprar frutas y verduras. Regresaron por las Ramblas de Poblenou hasta llegar a un lugar que el fantasma reconoció al instante. “El Tío Che”, una horchatería emblemática de la ciudad donde puedes disfrutar de la mejor horchata y un buenísimo helado.  

Le recordaba a su infancia, cuando sus padres le llevaban a tomar horchata. Todo había cambiado de una manera inimaginable, pero en ese momento se sentía feliz. Elisa no dudó en pedir una horchata y dedicársela a su amigo el fantasma. 

Durante los siguientes meses, Elisa siguió con la buena energía del fantasma. Consiguió un mejor empleo y las compras ya no eran un problema. Tenían conversaciones tan entretenidas el fantasma y ella en la cola que se le olvidaba de que la gente alrededor la miraba sin comprender nada, y iban del probador preguntándose porqué hablaba sola. 

A Elisa le encantaba charlar en el parque sobre cualquier tema, desde el último libro que había leído  hasta observar las estrellas y quedarse fascinada.

En ese tiempo, se había centrado tanto en la vida con el fantasma que se olvidó del resto del mundo.No tenía amistades,solo conocidos. No quería socializar con nadie con el fantasma tenía suficiente. Cuando eres joven, tienes unas prioridades, pero a medida que envejeces, te das cuenta que tus elecciones tienen que cambiar. El fantasma se dio cuenta del problema. Él siempre sería el eterno joven de 20 años y no podía envejecer. Ella en cambio iría cumpliendo años y no quería que acabara sola. No en el sentido de encontrar pareja, sino en algo más profundo. Si Elisa había sido capaz de abrirse con un ser espiritual, sería capaz de hacerlo con alguien que al menos pudiera tocar y envejecer. La mala suerte sería seguir viviendo así, creyendo que un fantasma te da buena suerte cuando en realidad te esta quitando lo más valioso. Tomó una decisión. Dejaría el mundo terrenal por ella. Había aprendido a quererla. Por ese motivo debía cruzar hacia el otro lado. No había marcha atrás, debía hacerlo. 

- Elisa, tengo que hablar contigo -dijo el fantasma con cara seria- He tomado una decisión. Hoy al acabar el día, voy a ir al otro lado. Dejaré de ser fantasma para siempre. 

-¿Qué estás diciendo? -dijo sorprendida Elisa- ¿Estás bromeando, verdad? 

- No estoy bromeando. Debes aprender a no depender tanto de mí. A abrirte con el resto de personas. No encerrarte en este mundo que, por mi culpa he creado, que no es real. 

- No me imagino una vida sin ti. -dijo preocupada Elisa, sin poder creer lo que estaba escuchando. 

- Tienes 30 años y tienes que relacionarte con alguien real, no con un eterno veinteañero. Debes hacerlo.- Le aconsejó el fantasma.

- ¿Cómo lo voy a hacer? Si te vas, volverá la mala suerte a mi vida- respondió Elisa temorosa.

- No, amiga mía. Debes creer más en ti misma. Si te pasan cosas malas, también te sucederán de buenas. Es el equilibrio del universo. No tengas miedo de mostrar quien eres. 

- ¿No vas a cambiar de opinión? -preguntó Elisa con la esperanza de que así fuera.

- No. Yéndome conseguiré que puedas volar libre. Elisa, eres capaz de todo si te lo propones. Confía en mí.

- Te voy a echar de menos -dijo Elisa con los ojos llenos de lágrimas. 

- Lo sé. Yo también- Respondió el fantasma.

Decidieron que ese día fuera perfecto. Recorrieron la ciudad juntos, rieron y brindaron con horchata en el "Tío Che". Luego fueron al Tibidabo, disfrutaron de la hermosa vista de la ciudad y Elisa se aseguró de que el cielo estuviera despejado. Finalmente, despidieron el día viendo el anochecer en la playa de la Barceloneta.

Al terminar el día, el fantasma se fue, dejando un gran vacío en el corazón de Elisa. Siempre recordaría esos años compartiendo miles de conversaciones. 

Elisa, siguió el consejo del fantasma e intentó conectarse con la gente. Con el tiempo, formó un grupo de amigos y olvidó su miedo a la mala energía. La buena energía de su amigo el fantasma, la cambió para siempre. Sin él no habría encontrado su verdadero camino en la vida. Auqnue tendría momentos difíciles, siempre encontrará la manera de disfrutar al máximo de los buenos momentos. 





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