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lunes, 29 de enero de 2024

Duelo en la línea del tiempo: El destino de Carlos el temible, Primera parte

 






Un hombre llamado Jack se adentra en la frontera entre dos territorios, sin saber si debe seguir avanzando o regresar al lugar donde lo ha perdido todo. Solía ser el sheriff de aquella ciudad a la cual no deseaba volver, convencido de que cruzar la frontera solo lo convertiría en alguien que no era.

Hubo un tiempo en el que Jack era feliz siendo el sheriff de una hermosa ciudad. Era un lugar de paz donde reinaba la justicia, y todo parecía demasiado idílico para ser real. Aunque pudo formar una familia, siempre supo que su profesión podía arrebatarle la vida en cualquier momento. Él y sus hombres protegían y cuidaban la ciudad, pero todo cambió con la llegada de un ser despreciable llamado Carlos el temible.


CARLOS EL TEMIBLE

¿Quién hubiera imaginado que aquel niño dulce y entrañable terminaría convirtiéndose en un hombre despreciable cuyo único interés era el dinero? No le importaba derramar sangre para lograr sus objetivos y desconfiaba de todos. Su infancia fue devastadora y dura, con unos padres que usaban a sus hijos como si fueran una mercancía. Los utilizaban para sus malos propósitos, delinquiendo por las ciudades y robando a transeúntes y todo lo que encontraban. Cuando en una pelea perdió a uno de sus hermanos, su corazón cambió para siempre. No pudo superar la muerte de su hermano y siempre lo tendría presente. A partir de ese día, se prometió a sí mismo no confiar en nadie y abandonar a unos padres que nunca le habían mostrado cariño. Su hermano mayor solía llevar a cabo los robos mientras él esperaba o vigilaba. Lo protegía porque era el hermano mayor. Al encontrarse solo, no tuvo otra opción que tomar su propio camino, lo cual lo llevó a un mundo devastador. A pesar de liberarse de sus padres, sus futuras compañías no le proporcionaron paz, sino que lo sumergieron en un mundo oscuro sin aparente salida.

Su corazón se fue volviendo negro y oscuro, incapaz de sentir compasión por ningún ser humano. Arrasaba pueblos y ciudades sin mirar atrás. Su último pensamiento era conquistar un lugar que parecía demasiado idílico. El sheriff había logrado mantener la paz en su territorio, lo que lo convertía en un objetivo apetecible de conquistar. No solo deseaba saquear y robar, sino también quedarse allí durante un buen tiempo, convirtiéndose en el amo y señor del territorio.

Cada mañana, Carlos se levantaba con el primer pensamiento de empuñar su pistola con empuñadura de oro y salir galopando hacia el territorio, con los ojos inyectados en sangre. Sus secuaces lo seguirían con las mismas intenciones, siendo leales a su amo y dispuestos a hacer cualquier cosa por él, incluso si eso significaba perecer en el intento.

Se encontraba en la entrada de la ciudad rumbo al banco, pero unos ojos lo vigilaban desde la distancia. Mientras tanto, el sheriff mantenía sus ojos fijos observando a los nuevos forasteros, sin saber que venían con tan malas intenciones. En cuestión de segundos, se encontró en medio del camino, disparando con sus armas en alto. Disparo tras disparo, descargó toda la munición que tenía en el revólver. La población corrió en busca de refugio, temiendo por sus vidas, como si no hubiera un mañana.

La mayoría de los que asaltaban bancos lo hacían sin llamar tanto la atención, pero estos forasteros querían hacerlo a lo grande. Agotados, sintieron sed y decidieron dirigirse a la cantina más cercana para tomar unos cuantos barriles de cerveza. Luego, tomaron posesión de una pequeña casa, echando a los dueños de la misma. Carlos el temible había llegado y la guerra por el territorio había comenzado.

Al día siguiente los bandidos y su jefe estaban atrincherados. Cada uno de ellos vigilantes observando por las ventanas. 

Mientras nuestro sheriff agotado por pasar la noche en vela no podía dejar de pensar en su esposa e hijos. Había traspasado la frontera y había vuelto al lugar de tan horrible desenlace pero antes de las muertes la vida era muy distinta. 


AINHARA

Empezar de cero en otro lugar nunca es fácil. Mucho menos si no hemos tenido más remedio que huir de un hogar donde no se te respetaba. Tu mentalidad era muy diferente que la de otras mujeres. No te dejabas dominar. La mayoría de esposas o hijas eran sumisas ante los hombres. No tenían voluntad propia. No podían pensar por sí mismas. Ainhara era demasiado rebelde para consentirlo. Una noche, mientras todos dormían, no dudó en marcharse. Dejaba un hogar donde sus hermanos y padres no la dejaban respirar. Su madre sabía que tenía razón, pero no se atrevía a decir ni hacer nada. Eso sí, antes de dejar el lugar, dudó en montar en su caballo favorito y tomar el poco dinero que tenía ahorrado, que prácticamente no era nada. Cabalgó decidida sin mirar atrás. En su camino encontraría grandes peligros, pero su fortaleza mental la hacía seguir sin mirar atrás.

Un día, mientras cabalgaba, conoció a un hombre. Había sido herido en una pierna y descansaba cerca de la orilla del río. Ainhara preguntó si podía ayudarlo y el hombre no dudó en dar su consentimiento. Sabía que si no le sacaban la bala que tenía incrustada en su pierna, no sobreviviría mucho tiempo. Tenía miedo de desmayarse y no volver a despertar.

-No sé si seré capaz de hacerlo. - dijo Ainhara.

-Seguro que lo harás bien. - respondió el hombre.

-¿Confías en mí, si acabamos de conocernos? - preguntó ella.

-No tengo otra opción. Hazlo.


Ainhara volvió a su caballo y de una de las alforjas sacó una botella de licor.

-Toma, te ayudará con el dolor. – Le ofreció la mujer.

-No suelo beber, pero habrá que hacer una excepción. - aceptó el hombre.


El hombre cogió un palo y se lo metió en la boca. Ainhara, cuyas manos le temblaban, hizo la incisión y con mucho esfuerzo sacó la bala. Él, debido al dolor, acabó desmayándose. Ainhara volvió a su caballo, tomó unas vendas que tenía y las utilizó para vendar la pierna del hombre. Cuando él volvió en sí, lo cubrió con una pequeña manta.

Durante toda la noche, Ainhara veló al hombre desconocido. No quería abandonarlo. Cuando llegó el amanecer, pudieron hablar con tranquilidad de sus vidas y de cómo habían llegado a esa situación.

-¿Todavía no me has dicho tu nombre? - preguntó el hombre.

-Mi nombre es Jack.


CONTINUARÁ..........





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