Luis era un niño al que le encantaba meterse en problemas. Sus padres no podían controlarlo, ni mucho menos decirle qué hacer con su vida. Odiaba la escuela y no soportaba que un señor con barba le dijera cómo era el mundo. La mitad de los días se los pasaba dando vueltas por el patio del colegio, castigado por su comportamiento en el aula. A pesar de esto, le encantaba marcarse unos discursos que dejaba a sus amigos encandilados durante la hora del recreo.
Conforme fue creciendo, su comportamiento empeoró. No tenía interés por estudiar o leer un libro, su único propósito en la vida era llevar la contraria a todo el mundo. No importaba el tema que fuera, su visión siempre era la única posible. No razonaba para nada, siempre tenía la razón y si alguien lo contradecía, no dudaba en gritar e insultar.
Un día tuvo una iluminación. Viendo una película llamada "El Show de Truman", comprendió que el mundo estaba equivocado. Entendió que la Tierra no era redonda, sino plana. Una cúpula de cristal rodeaba el planeta y que el sol funcionaba como un péndulo, dando luz de un lado para otro. Pensaba que la Tierra era como los souvenirs en forma de bola de cristal con nieve falsa, y que el sol era una linterna que se movía como una bola de ping-pong. Esta imagen se le quedó grabada en la mente y todavía sigue presente. Hacía dibujos y bocetos de cómo debía ser el mundo, y le daba igual que alguien le mostrara pruebas de que estaba equivocado; si él decía que era plana, no había nada que discutir, era plana. Aparte de obsesionarse con este tema, iba trabajando en lo que podía, aunque la verdad es que no le duraban los trabajos. Martirizaba a sus compañeros con sus discursos y su falta de ganas de trabajar, lo que hacía que sus jefes se hartaran y lo acabaran echando.
En casa de sus padres, no se sentía cómodo, por lo que no dudó en marcharse al cumplir la mayoría de edad. Se sentía incomprendido y no lo soportaba más. Pese a que sus padres le insistían en que se quedara y retomara sus estudios, su respuesta siempre era la misma: "estudiar es una pérdida de tiempo".
Ahora nos encontramos en su plenitud, como adulto en la edad perfecta para convertirse en una persona responsable, trabajadora y con ganas de ganarse bien la vida. Eso sería lo normal para cualquiera, pero para Luis la normalidad es preocuparse más por un viaje inútil que solo existe en su imaginación, que en la realidad, convirtiéndose así en un gilipollas insoportable.
"¡Que el sol es el centro del universo! No os lo creáis. Todo son falsedades que se inventó un tipo que no sabía de lo que hablaba. Creed en mí. La verdad es lo que yo digo. Por eso estamos aquí, para demostrar a estos ilusos que se equivocan. Los gobiernos nos engañan. Nos están controlando todo lo que hacemos. No quieren que hagamos este viaje. Yo les hago una pregunta: ¿dónde está la curvatura? Quiero verla con mis propios ojos. Que hagan un ascensor bien alto para subirme a ver la puñetera curvatura. No pueden porque no la hay. La Tierra es plana y ya está, como los que se creen que el hombre pisó la Luna. Menuda mentira. Todo se rodó en un plató. Ni se te ocurra preguntarme cómo lo sé. Yo lo sé todo. Tengo una mente privilegiada que detecta todo lo falso. Nunca falla.
Menuda mente tiene nuestro amigo. Aunque parezca mentira, hay gente que lo sigue y acaba hipnotizada por sus palabras. Parece más un telepredicador que una persona, incluso un dibujo animado sería más razonable. Cuanta más estupidez suelta por su boca, más devotos se le agregan. El problema es que no se centra en un solo tema, ahora se ha obsesionado con meterse con los pasos de cebra, diciendo que es inhumano tratar tan mal el suelo que pisamos y que nuestros ancestros no lo habrían permitido. La pintura blanca es el diablo, aunque salve vidas, ¿qué más da? De los semáforos no comento nada, porque os lo podéis imaginar. Se manifiesta por cualquier cosa que según él tiene importancia, pero lo único que consigue es acabar en la cárcel o haciendo trabajos comunitarios. Lo que pretende es llamar la atención y le encanta que lo retraten haciendo alguna de sus locuras, como subirse a un puente y gritar que viva los extraterrestres, que no se comunican con nosotros porque saben que acabaríamos haciendo experimentos con ellos en el Área 51. Nos temen, por eso no vienen.
Ha acumulado tantas multas por su comportamiento que las autoridades ya no saben qué hacer con él. Le encanta que lo metan en prisión. Martiriza a su compañero de celda y consigue que acabe golpeando su cabeza con los barrotes pidiendo ayuda, porque no aguanta más a este tarado.
-Amigos, seguidme. Nos están engañando. Demostremos que la Tierra tiene un final. ¿Quién me presta un barco para hacer ese maravilloso viaje? Desmontaremos a esos científicos que con sus matemáticas solo nos confunden. Con sus cohetes infernales creados con efectos especiales que pretenden que creamos que son reales.
Seguro que este es de los que, cuando tiene un resfriado, se cura con el aire. La verdad es que cada vez que lo escucho, no sé si reírme o llorar. Analiza todo lo que dices y siempre lo convierte en algo negativo. Cree en todo lo que ve en la televisión y parece que le tiene alergia a los libros. Algunos de sus seguidores le pidieron que firmara un autógrafo en un libro y salió corriendo por miedo. Le encanta reinventar sus propias historias y cuanto más enrevesadas, más parecen una historia de ciencia ficción sin gracia. Como cuando le declaró la guerra al velcro, que para él era un insulto a los pobres botones. Ahora está empeñado en ir a la Antártida, solo con la intención de chocarse contra un muro de hielo, que según él rodea nuestro mundo y evita que nos caigamos al vacío o que los océanos se derramen. Pero esa teoría tiene un problema: todos los sistemas de navegación de los barcos tienen una tecnología donde la Tierra es un globo y no un plano. Encontrar el muro es navegar a ciegas, seguro que acabaría engullido por el Triángulo de las Bermudas.
-No ha podido ser. No hemos podido hacer el gran viaje al fin del mundo. No os preocupéis. Seguiremos con nuestro empeño de revelar la verdad que nos ocultan. ¿Quién se apunta a un viaje a Egipto? Dicen que han encontrado una nave alienígena.
Por favor, dejemos tranquilos a los extraterrestres.
Convivir con él no debe ser tarea fácil. Imaginarse compartiendo piso con una persona que siempre quiere declararte la guerra provoca que tengas ganas de tirarlo por la ventana. Cuando se fue a vivir con su nueva novia, no se imaginaba que fuera a salir bien, pero fue todo lo contrario, funcionó. Daniela, una muchacha que consiguió lo imposible, que por un tiempo Luis se olvidara de sus conspiraciones y paranoias locas. Estaba enamorado o simplemente había encontrado a la mujer perfecta.
Lo que tiene de especial Daniela es que es vegana y eso para algunos es un problema, pero para su novio era una bendición divina.
Para otros la circunstancia habría resultado insoportable. Vivir más de quince días habría sido un calvario imposible de aguantar. Ambos compartían el mismo entusiasmo de llevar la contraria al resto de mundo. Para ella, el veganismo era un ejercicio espiritual y no dudaba en dedicarle monólogos alabando el tofu. Ambos no tenían muchos amigos, ya que la mayoría no aguantaba ni una tarde con ellos. Un charlatán empedernido se puede tolerar, pero dos son imposibles de soportar. ¿Te imaginas tener que escucharlos hablar sobre alimentación y la Tierra plana durante toda una tarde? Terminarías con la cabeza a punto de explotar y poniéndote a dieta.
Aunque la convivencia era perfecta, con en tiempo se fue cansando. Su follonero interior lo llevó a romper la relación, lo que lo dejó con ganas de armarla con el primero que se cruzara en su camino.
De nuevo soltero, volvió a sus malas costumbres de buscarse problemas, perdiendo trabajos y malviviendo en una casa de okupas. Sin olvidarse de hacer reuniones clandestinas para hablar de sus ideas locas. ¿Qué será lo siguiente?
-Amigos, una nueva amenaza nos espera. El mundo está por desaparecer. Quieren que sigamos con nuestras vidas mientras planean acabar con la humanidad. Tranquilos, los hombres poderosos sobrevivirán al gran holocausto que está por llegar.
Los asteroides están impactando en nuestro suelo, convirtiendo nuestro planeta en un queso gruyere. La carrera espacial es solo una excusa para recaudar dinero.
Esta vez, Luis no se equivoca del todo. Algo está pasando, aunque decir que el mundo va a acabar es un poco exagerado. Lo que sucede es que en los últimos años la basura espacial se ha descontrolado. El espacio se ha convertido en un verdadero vertedero: restos de cohetes, satélites que han dejado de funcionar o partículas que acompañan a la atmósfera de la Tierra. La situación tiene que cambiar, los apagones cada vez son más frecuentes y la población no deja de perder los nervios cada vez que sus móviles dejan de funcionar. Depender tanto de la tecnología es lo que tiene, que te conviertes en un ser irracional con unas altas dosis de histeria incontrolada. La solución es fácil: ¡que vayan a limpiar esa maldita basura!
-Tengo un nuevo trabajo. Todavía no sé qué será, pero no pinta bien. La empresa se llama DumpSpace. Estoy obligado a aceptarlo por culpa de las horas comunitarias que tengo acumuladas. Al menos, por una vez, me alegra cobrar un sueldo, aunque sea poco. Estaba tieso y viviendo de milagro. Lo que no me gusta nada es tener que hacer tanto ejercicio y aprender a usar una maquinaria absurda. Pero por lo demás, tengo ganas de cambiar de aires. En la entrevista me hicieron unas cuantas preguntas, pero al final me acabé cabreando y me dejaron por imposible. Tengo un nuevo apodo: "El broncas".
Tras unos meses de duro entrenamiento, Luis está imposible. Su paranoia mental está cada vez peor. Se queja por todo. Ahora mismo está haciendo unas pruebas con un traje muy pesado, casi no puede ni andar, pero sí hablar. Su lengua no deja de echar humo con historias variopintas que solo él cree. Se acerca el momento de comenzar a poner en práctica todo lo aprendido durante meses, y no está por la labor de seguir las indicaciones. Aunque al saber dónde será el trabajo, le han hecho cambiar de actitud.
Qué maravilla, por fin podré ver la cúpula que rodea la Tierra. ¡Qué alegría! Podré demostrar que no tiene curvatura. No entiendo por qué mis compañeros no dejan de reírse.
-Oye, Luis, vas a cambiar la bombilla de ahí arriba. Cuidado con la cabeza, no te vayas a chocar con la cúpula. Espera que esta noche me van a abducir los extraterrestres.
Luis, con su traje espacial verde, y su casco que no dejaba de molestarle. Su cuello estaba tan rígido que parecía el de un muñeco sin articulaciones. El despegue del cohete fue inminente y su cara solo podía expresar miedo e ilusión.
Por fin podré demostrar la gran verdad. Hemos alcanzado la altura perfecta y seguro que no se podrá ver la curvatura. La Tierra no es un globo ni se le parece. Mis manos están a punto de abrir una gran puerta rumbo a un exterior que me dará la razón.
Sí, compañero, me ha encantado que pienses así. Tu paranoia en unos segundos será desmontada y el resto de la humanidad podrá respirar tranquila. Estás a punto de dar un gran paso para bajarte los humos, de conocer la verdad, perderás hasta las ganas de hablar. Mudo y con la cabeza agachada, avergonzado y sin ganas de nada. Tus payasadas paranoides que han martirizado a aquellos que no te daban la razón por fin serán vengadas.
-Luis, te has quedado sin habla. ¿Qué te pasa? Has encontrado la curvatura que tanto querías.
(off) Estoy muy cabreado. No solo la Tierra es redonda, sino que tengo que verla todos los días, limpiando basura espacial y viendo la dichosa curvatura. Ni hablo porque ya lo he hecho bastante. Me fastidia no tener razón y más aún tener que aguantar las bromas de mis compañeros todos los días. Ver amanecer es un suplicio insoportable. El sol no se comporta como esperaba.
Pobrecito, la vergüenza no le deja disfrutar del espectáculo espacial. Con el tiempo, fue aceptando que se equivocaba. Los compañeros se acabaron cansando de hacer bromas y comenzaron a intentar que recuperara las ganas de hablar. Los meses fueron pasando y era hora de volver a tierra firme. La basura espacial había desaparecido casi por completo. Luis cambió en su estancia. Su orgullo de tener siempre la razón desapareció y acabó disfrutando del espectáculo como cuando presenció su primer eclipse. Su cara de embobado le duró todo el día. Ahora toca volver.
-Qué tonto fui al pensar que la Tierra es plana. ¿En qué estaría pensando? Ahora me digo a mí mismo, ¿en cuántas cosas me habré equivocado? Me han entrado unas ganas tremendas de saber la verdad de todo.
Luis pasó de no coger un libro a leer una biblioteca entera. Antes daba sermones sin saber de qué hablaba, pero ahora es capaz de exponer tesis y argumentos que, solo con escucharlos, te hacen entrar en estado de somnolencia. Quién lo diría, ha pasado de ser un vendedor de humo a intelectual.
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