El cuerpo del difunto apareció en
el suelo del salón a las 10 de la mañana. Lo encontró la mujer de la limpieza.
Fue tanta la impresión que casi se desmaya. Nunca había visto un cuerpo sin
vida. Verlo así, de repente, hizo que no supiera cómo reaccionar. Tras
sobreponerse, llamó a la policía para advertir de lo que pasaba.
Los agentes llegaron al lugar de
los hechos acompañados de la policía científica. Junto al cuerpo, había una
pistola con silenciador que todavía olía a pólvora quemada. No había signos de
violencia. Con la llegada del forense, se terminaron todos los trámites para
llevarse el cuerpo a la morgue.
Lo siguiente fue llamar a los
familiares para dar la noticia, comenzando por su esposa, Diana.
Carlos era un hombre que disfrutaba
de su profesión al máximo; era un reputado cirujano plástico. Las personas que
le conocían decían de él que tenía un fuerte carácter. Era cabezota pero era
uno de los mejores de su profesión. Muchos pacientes habían confiado en él. Era
perfeccionista y eso a veces le traía más de un problema; incluso lo habían
tachado de frío porque se tomaba todo demasiado en serio. Por este motivo los
dos primeros matrimonios acabaron en divorcio; se centraba tanto en su trabajo
que se olvidaba por completo de su vida familiar.
Llegó el día en que conoció a
Diana. Él estaba sentado en una cafetería leyendo un libro no demasiado
entretenido, cuando sus ojos se fijaron en la mujer de la mesa de al lado. No
sabía muy bien por qué, pero le atraía. No dudó en acercarse a su mesa con tal
de poder tener una conversación con ella. Ella no se espantó ni se asustó, todo
lo contrario; tenía ganas de compartir unas cuantas palabras. Por eso, no dudó
en invitarle a que se sentara en la silla de al lado.
La conversación no era
interesante pero todo cambió cuando Carlos habló de su profesión. Entonces ella
no dejaba de hacer preguntas, una detrás de otra, se mostraba muy interesada en
saber a qué dedicaba el tiempo. A él le encantaba hablar de lo maravilloso que
era en su profesión y ella ponía cara de embelesada escuchándolo.
La primera cita marcó las
siguientes, convirtiéndose con el tiempo en una relación de cuatro meses.
Parecían la pareja perfecta. No
dudaban en demostrar lo enamorados que estaban y Carlos creía que por fin había
encontrado a la mujer perfecta.
Como era de esperar, ambos se
casaron y tuvieron una larga luna de miel recorriendo medio mundo. Regresaron
al que sería su nuevo hogar, situado en uno de los mejores barrios de la
ciudad.
A las pocas semanas, lo que
parecía un matrimonio ejemplar dejó de serlo. Las peleas comenzaron y parecía
que no tenían fin. Peleaban por todo. Diana se comportaba de una manera
irracional. Se volvió paranoica y llegaba a pensar que podría hacerle daño su
marido. Por el miedo que le tenia,decidió dormir en otra habitación. Puso
cerrojos en la habitación, debajo de la almohada un par de cuchillos y una
pistola en la mesilla.
Carlos no entendía lo que estaba
pasando y aparte de ver cómo que fracasaba su tercer matrimonio, comenzaba a
tener problemas financieros. Con unos cuantos meses de noviazgo no es
suficiente para conocer a una persona. Pese a tener miedo de su propia esposa
no podía permitirse divorciarse de ella. Se mentalizaba que aguantaría esa
situación porque separarse de ella sería su ruina. Le importaba más lo material
que todo lo demás.
Pasaron meses en una convivencia
insoportable. Cada uno compartía una parte de la casa y muy pocas veces
coincidían. Parecía que la esposa estaba jugando con él a su antojo. Una noche
incluso se le insinuó como si no pasara nada. Provocándole, para llevárselo a
la cama. Le hacía beber una gran cantidad de alcohol para que pudiera
manipularle a su antojo. Él se resistía como podía pero acababa cayendo a los
deseos de la mujer. Al despertar al día siguiente, lo echaba a patadas de la
habitación.
La convivencia tan tóxica tendría
consecuencias en su salud mental. En el trabajo no rendía. Le habían apartado
por algunos altercados y por su consiguiente reacción desproporcionada. No tenía
paciencia para atender a nadie. Su frustración iba cada vez a peor. En
comparación con él, Diana parecía radiante y de lo más tranquila. Salía cada
noche y volvía a altas horas de la madrugada. No sabía a dónde iba pero por su
cara, lo pasaba realmente bien
Nuevas consecuencias llegaron
cuando Carlos perdió su trabajo; su desesperación fue insoportable. Comenzaron
las amenazas de quitarse la vida, no podía más. Pero, siempre
encontraba las fuerzas para no hacerlo.
No podía hacerlo. Así que lo
siguiente siempre era destrozar algo que tuviera a su lado, para así sentirse
mejor. Se había vuelto un adicto a los calmantes y pasaba la mayoría de las horas
del día tambaleándose de un lado a otro hasta caer literalmente al suelo.
El cuerpo sin vida de Carlos se
halló a las 10 de la mañana. La investigación inicial daba como posible
hipótesis de muerte, el suicidio. Uno de los agentes no lo tenía del todo claro
y hizo una investigación más afondo del asunto. Tras interrogar a familiares y
gente cercana, descubrió que su vida matrimonial seguía un patrón parecido a
otro de los casos que estaba investigando y no dudo en comparar los datos. Dio
con la respuesta.
Resulta que la esposa tuvo una
reacción de los más exagerada al informarle el agente de la muerte de su
marido, con un toque teatral de lamentos y que se esperaba lo peor. Que temía
que un día lo iba a encontrar muerto con tantos pensamientos de suicidio.
Era una mujer buscada en varios
territorios. La llamaban la Viuda negra. Planeaba el asesinato de cada uno de
sus maridos con todo detalle. Su apariencia física no hacía sospechar que
hiciera esas atrocidades. Siempre se salía con la suya; hasta que encontraba
una nueva víctima.
Pero esta vez, se encontró con un
policía que supo leer los hechos. Dar con el móvil del asesinato fue la clave
para saber la verdad.
El marido tenía un seguro de vida
de un millón de euros, suficiente motivo para matarlo. Valía más muerto que
vivo. Se las ingenió para manipularle y después para buscarse una buena
cuartada.
En el interrogatorio no lo puso
fácil. Su monólogo de viuda afectada por perder a su marido se fue desmontando
cuando el agente comenzó a hacer las preguntas adecuadas. Se había hartado de
tanto teatro y comenzó a atacar con preguntas que poco a poco tenían su efecto.
La descolocó. Un gran juego verbal que llegó a su clímax cuando la interrogada
se sintió acorralada. No aguantó más y acabó confesando. Las palabras de
fingida tristeza se convirtieron en cólera.
-¡Sí, yo maté a mi marido y lo
volvería hacer!
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