Los móviles, aquellos aparatos que nos ayudan a comunicarnos. En ellos gracias a las aplicaciones podemos enviar mensajes y recibir audios, aunque a veces al escucharlos parezcan monólogos.
Es curioso que a pesar de tener la opción de realizar llamadas, lo usamos muy poco. Preferimos poner unos cuantos emoticonos que en algunos casos parezcan jeroglíficos. Los dibujos parecen caricaturas de lo que sientes, pero según las expectativas pueden tener un efecto frío, sobre todo cuando te has preocupado de escribir unas líneas intensas y plagadas de sentimiento, recibir una manita con un ok no te entusiasma mucho.
Esta vez no mencionaremos los dolores de cabeza que pueden dar los mensajes, más bien las casualidades que suceden sin darte cuenta. Errores convertidos en regalos inesperados.
Me llamo Andrea y mi vida en estos días previos a la navidad son frenéticos. No estoy demasiado animada este año, en parte porque desde hacía unas semanas que estaba soltera, tras tener una ruptura difícil con mi pareja.
Pese apoyarme, mi familia me sentía perdida y sin rumbo. No es la primera vez que me sucede, pero estando cerca la época navideña donde tienes que hacer buena cara, mostrar felicidad o ser el centro de la diana de preguntas inoportunas ¿Qué tal con tu novio? ¿Qué ha pasado?
No me imaginaba que mirar los mensajes de mi wasap y descubrir uno de un total desconocido. El texto es lo de menos, era una pregunta de una dirección que había quedado con una persona.
En un principio no contesté. Pensé que podía ser importante avisarle del error. Así lo hice.
-¿Creo que te has equivocado de número?
-¿No eres Silvia?
- No, soy Andrea.
-Tú número no es 657485948
-El mío acaba en 0.
-Ostras perdona. Gracias por avisarme.
-De nada.
Después de recibir ese último mensaje, supuse que no tendría más noticias. Me equivoqué.
-Andrea. Gracias por lo de antes. Tenía que encontrarme con esa persona por un tema laboral.
-Me alegro de que hayas podido solucionar el problema. No todos los días recibes el mensaje de un desconocido.
-Lo comprendo. Por eso te agradezco el detalle de avisarme. Mi nombre es Luis.
No sé por qué lo hice, pero el impulso de conectar con alguien me entró de repente.
-Aprovechando que nos hemos conocido, aunque sea por mensaje, me gustaría mantener el contacto.
Tardó unos cuantos minutos en contestar.
-Me parece bien. Llevo un mes en Barcelona y no conozco a nadie. He estado más preocupado de encontrar alojamiento y un trabajo. Conversar con alguien no estaría mal.
-Estamos en contacto.
-Hasta pronto Andrea.
Los siguientes días siguieron conversando. De momento, Andrea no se atrevía a explicar cómo se sentía. La ruptura todavía le afectaba. Hablaban de temas universales. Del tiempo, preguntas personales, ninguna de los dos las hacían. Se deseaban buenos días o noches. Los mensajes eran breves y usaban muchos emoticonos. Cuando no sabían que contestar o porque no tenían tiempo, pues utilizan ese recurso.
Entró la navidad. La ciudad estaba preciosa, iluminaba. Andrea iba mejorando de ánimos. No se encontraba Entusiasmada, pero cada vez que sonaba el móvil y tenía un mensaje de Luis se alegraba.
Daba la casualidad que ambos vivían en la misma ciudad. Todavía no se habían atrevido a proponer de quedar y conocerse en persona. Parecía que los mensajes eran suficientes, es si, cada vez más largos, incluso se atrevían a enviar audios.
Las fiestas comenzaron y las reuniones familiares fueron como esperaba. Preguntas constantes de su situación sentimental. Algunos de ellos con buenas intenciones, pero otros que te entraban ganas de tirarlos por un puente. Que inoportunos y con mala fe. En lugar de preocuparse de su estado y de animarla, parecía como si se alegraran.
Estamos a punto de acabar el año. Y me siento mejor. Escribirme mensajes con Luis me ha hecho desconectar de toda la tristeza que me invadía.
Era como un diario donde poder expresarme. En estos últimos días le he explicado el tema de mi ruptura. Sus palabras me han animado. Se comporta como un buen amigo en que puedes confiar. Espero que el año que comienza podamos llegar a conocernos en persona. No quiero una relación sentimental, eso lo tengo claro. Un amigo con quien hablar es lo que necesito ahora mismo.
Esas palabras las cumplió Andrea. Durante ese año estuvo manteniendo contacto con Luis por vía mensaje. Había ganado su confianza. Quería conocerlo, pero le aterraba al mismo tiempo la idea. Miedo de verse y encontrarse una persona distinta. Por mensajes es muy fácil montarte un personaje y mostrar una facha de lo que no eres en realidad.
Luis se hacía las mismas preguntas. Al igual que ella de momento se conformaba con lo que tenía.
Al pasar los siguientes meses esas dudas fueron creciendo. Cada vez más con las ansias de quedar, pero no se decidían. Verano, otoño hasta llegar a una nueva navidad.
Andrea no pudo aguantar más.
-oye, ¿Qué haces esta navidad?
-Nada especial.
-¿Te parece bien que nos conozcamos?
-Sería hora de vernos en persona después de todo este tiempo.
-Llevamos un año escribiendo, mandando audios y fotos, es hora de conocernos.
-Esta navidad sería una alegría hacerlo.
-Hagámoslo. Quedemos mañana. Sin pensarlo, nos lanzamos.
-Me parece bien.
Así fue quedaron en navidad, se conocieron por fin. Durante las fiestas fueron viéndose varias veces. Ambos creían que debían haberlo hecho antes.
De momento eran buenos amigos. En una película navideña seguro que ya serían pareja, en espera del beso del final.
Las relaciones llevan su tiempo. El miedo a perder lo que tenían, hacía que no se decidieran a correr al siguiente paso.
Llegó ese momento. Se dieron cuenta de que podían ser los mejores amigos y al mismo tiempo tener una relación de pareja. Ambos se complementaban. La amistad se convirtió en amor.
Estoy feliz con Luis, he encontrado una persona que me comprende, que me deja ser yo misma. Me anima y me quiere. Me lo demuestra cada día.
Esta navidad será increíble. Solo agradecer de recibir en su día ese mensaje erróneo que me cambió la vida.
Feliz Navidad.
SANDRA BARRACHINA
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