Eduardo como todos los días, prepara el desayuno con cariño y esmero mientras le acompaña su esposa. Eran días felices a pesar de no tener demasiadas comodidades. El dinero sirve para vivir dignamente pero sin florituras. Trabaja horas y horas, acaba con el cuerpo dolorido y lleno de cansancio. No le importa, si la recompensa era tener un plato de comida en la mesa y la sonrisa de su bella esposa.
Marcha hacia el trabajo donde le espera su eterno compañero de fatigas, su autobús.Es chofer y su oficio es ayudar a moverse a la población por la ciudad. Siempre haciendo el mismo recorrido diario, viendo cómo la gente dialoga sobre su vida o mirando la ciudad desde la ventana Los días soleados son los mejores para disfrutar de la ciudad. La mayoría de la gente es educada, no se olvida de decirle los buenos días o que tenga un bonito día. Se agradece que con tan pocas palabras alguien se acuerde de ti, te da la suficiente energía para seguir con el resto de la jornada.
La hora de la salida escolar, el autobús se llena de niños deseosos de llegar lo antes posible a sus casas para desconectar de la escuela o comenzar a pensar en sus próximas trastadas. Mientras los padres intentan que merienden un bocadillo o una simple manzana. Cuando son hermanos es muchísimo peor. No pueden evitar que los dos muchachos estén peleando por todo, algo que provoca un buen estirón de orejas por parte de un padre harto de ver tanta estupidez. Sin olvidarme, de la que tiene una cita con el chico que le gusta, que cada vez que lo ve le palpita el corazón a mil por hora, todavía no se cree que dentro de un rato va estar a solas con él. Disfrutarán de una sesión de cine para luego ir a tomar algo fresquito, porque el calor aprieta en esta época del año.
Está a punto de llegar el verano y se nota un ambiente más festivo dentro del autobús. La gente tiene más ganas de hablar. el frío les congelaba las palabras en invierno, mientras que ahora es todo lo contrario. Hay tantas conversaciones que la radio que acompaña a Eduardo apenas se escucha. Provocando que la acabe apagando en espera de encontrar un rato más relajado de ruido.
Eduardo al acabar su jornada vuelve a casa con alegría de ver nuevamente la cara de su esposa. Tantas horas al volante con ganas de acabar el día junto a ella. Conversando largamente de sus horas separados y disfrutando de una buena cena, leer un buen libro antes de decidir acostarse y esperar al día siguiente. Era afortunado por tener una esposa que lo comprendía, no hacía falta decir palabra para saber lo que sentían, una mirada solamente y comprenden cuánto se echan de menos cuando no están cerca uno del otro.
Una mañana la esposa de Eduardo está olvidadiza, más de la cuenta. No le da importancia pero a los pocos días comienza a olvidarse del nombre de sus padres y otros detalles que comienzan a preocupar a Eduardo. Tenía miedo de dejarla sola demasiadas horas. No puede dejar de trabajar porque dependen de ese dinero para vivir. No sabe qué hacer. No entiende qué le sucede . Hay días que parece una persona normal. Era como si los recuerdos volvieran de repente, sin explicación alguna.
Tuvo que tomar una decisión. No puede dejarla sola. Su trayecto con el autobús se le hace eterno. Las horas parecen días que no llegan a su fin. Separarse de ella provoca miedos que nunca ha experimentado. Decide ayudar a su mujer con lo que puede, sin perder la esperanza, para cuidarla de la forma que se merece. Le acompaña en sus trayectos en el trabajo, sobre todo cuando el médico de la ciudad le diagnostica Alzheimer. Está en un estado que no puede valerse por sí misma. Depende de otra persona. Su mente poco a poco se va apagando. Desgraciadamente no tienen los medios económicos para poder sobrellevar la situación. De momento el Alzheimer no está demasiado avanzado pero llegará el momento de que, aunque él no quiera, tendrá que pedir ayuda. El problema es que no sabe cómo hacerlo. Mientras cada día le acompañará en su jornada laboral. Cuidará de ella, y estará tranquilo por tenerla a su lado. Es duro pero no tiene otra opción.
Los meses siguientes su vida cambió radicalmente. Los viajes junto a su esposa en el autobús llegaron a oídos de un periodista que decidió contar su historia. Tras publicarla provocó que todo el país conociera su situación. Quien iba a imaginar que una fundación conocida del Alzheimer se interesara por su estado y decidieron ayudarlo con los cuidados.
- ¿Pero cómo voy a pagar esos cuidados?- Les preguntó Eduardo.
- No se preocupe que nosotros nos encargamos de todo, no tiene que pagar nada- le contestó una mujer de la fundación.
No podía creer que fuera tan afortunado por haber encontrado a gente tan amable que decidiera ayudarle en su caso. Cada día que pasa con ella es un auténtico regalo pero las circunstancias de su mente, le provoca un gran dolor en su corazón. Cuando antes se miraban y no hacía falta nada más, ahora se miran y es encontrar un vacío que le hiela el alma. Que duro es que la persona que más amas en este mundo no sea capaz de reconocerte. Al menos ahora estará en buenas manos. Cuidaran de ella como se merece. Seguirá viéndola porque nunca dejará de estar a su lado. Agradecido por la ayuda y podrá volver a conducir su autobús tranquilo mientras los pasajeros no dudan en darle su cariño y apoyo, le animan a que no se rinda y que siga adelante.
Escrito por Sandra Barrachina
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