Es curioso como a veces te sorprende el comportamiento humano. Más cuando sin darte cuenta, te conviertes en un espectador y peor aún, en víctima de la imbecilidad humana.
Un día cualquiera, me levanté de mi cama con ganas de tener el mejor día de mi vida. Eso lo pensamos todos cuando el día anterior ha sido uno de los peores, o has tenido una resaca de las buenas.
En mi caso, estaba a punto de recibir un paquete de aquellos que te había hecho una ilusión enorme pedirlo por Internet.
Era maravilloso, perfecto, por fin esa preciosa taza diseñada por "Moi", la iba a tener entre mis manos.
Solo faltaba que recibiera el mail con la hora de recogida o mejor se pasaría alguien por mi casa a entregármelo.
Problema: que no estaría en casa para recibir al amable mensaje para dármelo.
Pero, cuando todo estaba perdido, ocurrió el milagro. Un nuevo mail indicándome que podía ir a recogerlo, que estaba disponible en la oficina, y encima un día antes de lo previsto.
¡Que gran alegría! Me entraron ganas de bailar como una loca, menos mal que estaba sola porque sino dirían, mira esa como salta que parece un mono.
Toda mi alegría se esfumó cuando me dijeron: “Perdona pero no está el paquete todavía. Pásate mañana que seguro que lo tienes”.
Esa es la versión normal, pero estamos en España. Así fue como pasó realmente. La primera visita a la empresa que se encargaba de entregarme el paquete, precisamente muy eficientes no fueron. Y creo que hasta las neuronas salieron corriendo a toda leche con tanta imbecilidad. Y además fui con un testigo, que puede testificar que todo lo que voy a publicar es cierto.
Llegado al punto clave en busca de la taza maravillosa.
Entrada al establecimiento y el ambiente era tan tranquilo que hasta las moscas habían decidido marcarse una siesta.
De repente, un hombre con cabeza y casco motorizado gritó algunas palabras. Debía ser un idioma ininteligible porque nadie hacia el menor caso.
Tras ver que los habitantes de ese pequeño cubículo parecían zombis que se habían declarado en huelga perpetua, el mismo hombrecillo decidió dirigirse a mí tras volver a gritar un “Que alguien se levante leñe” y ver que pasaban de su cara y su casco.
Me preguntó que quería y le respondí que venía a recoger un paquete. Tras dar más vueltas que en un control de alcoholemia, me contestó que no lo tenían. Que me pasara mañana que sí que estaría.
¿Qué pasó al día siguiente? Pues más de lo mismo. Las pocas neuronas que les quedaban decidieron mudarse a un país lejano para no volver.
El paquete, por supuesto no estaba. Un tal Manolito, que así lo llamaban, pues que había pasado por mi casa en alguna hora de la mañana. Desastre total.
¿Si el día anterior habíamos quedado que me pasaría a recogerlo personalmente, por qué pasas de todo y mandas a tu pobre repartidor a hacer una entrega que seguro no va a poder hacer?
Y no me extraña, porque el hombre seguía con su casco de moto en la cabeza. ¿Que llegas a pensar, realmente a este individuo le llega algo de sangre al cerebro? Porque cada vez que habla, va perdiendo aceite el pobre.
Encima, iba en plan macho alfa, marcándose que él personalmente se encargaría de entregarme el paquete cuando llegase. Yo pensaba, dame paciencia porque esto es para escribir una historia de lo más surrealista. Al final es lo que he acabado haciendo, no he podido evitarlo.
Esperando en esa oficina, viendo como iban llegando todos los repartidores menos el mío, que no se sabía dónde estaba. Estaba desaparecido. Debe ser un trabajo de alto riesgo porque no veas lo que tardó el hombre, que a diferencia de los demás se disculpó por todo lo que había pasado.
En resumen, que una mala organización y las pocas ganas de hacer la cosas bien, hacen que todo resulte un desastre; pero por suerte con final feliz.
Me lo tomé con paciencia, sentido del humor. Prefiero reírme de la experiencia vivida, que me ha hecho replantearme dedicar mi tiempo a escribir una serie en plan comedia, donde se desarrolle en una oficina de estas de mensajería. Creo que hay temas para escribir una temporada completa.
Solo pensando en el personaje del hombre Casco Moto, no dejan de surgirme unas ideas de lo más variopintas.
Escrito por Sandra Barrachina
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