Cómo en un solo minuto puedes ver lo que ha sido tú vida. Recordando todos aquellos momentos memorables que merecen ser recordados. El último latido, que el corazón te recordará que la muerte solo es el comienzo. Una partitura inacabada que merece ser terminada.
Henry Shuster nació en Dublín. Sus padres vivían en el barrio Sureste de la ciudad, en la calle Dawson Street muy cerca de Green Parc. Desde bien joven, le apasionaba la música. Su primer juguete, fue una mesa de madera donde su padre le había tallado unas teclas de piano. No sonaba, pero en su cabeza cada vez que su padre escuchaba uno de sus vinilos de música clásica, se imaginaba interpretando la obra, con tanta pasión que provocaba que su padre se quedará realmente sorprendido. Creció y ese piano de madera se convirtió en uno de verdad. Admiraba a compositores como Sergei Rachmaninov, Franz Liszt, considerado el pianista con la mejor técnica que ha existido en la historia de la humanidad. Se decía “ El piano no puede estar en manos de espíritus débiles, requiere una personalidad que lo mire por dentro y comprenda toda la magia que puede aportar.
Henry disfrutaba conociendo la historia de sus compositores favoritos y aún más tocar una de sus obras con su piano. La Sotana o los nocturnos de Beethoven, cualquier balada de Chopin, “El clave bien temperado de Bach, el preludio nº1 en Do mayor”, esos dedos tocando una melodía tan maravillosa. Esa escala de notas in crechendo. ¡Que delicadeza de música! El joven pianista no dejaba de tocar a todas horas. Iba perfeccionando su arte de una manera magistral. Cuando se cansaba de esa melodía se pasaba a Rachmaninoff y su rapsodia Theme of Paganini. Sensibilidad convertida en música. Siempre decía que esa composición lo debía haber compuesto un ángel.
Mientras estudiaba en el Trinity College, no dejaba de pensar en nuevos temas. Deseaba componer sus propias partituras. Darles su propia personalidad. Caminaba por Grafton Street y solo le entraban ganas de acompañar a los músicos callejeros que se encontraba. Los miraba con una gran admiración. Un día hasta se atrevió a preguntar a uno de ellos si podía usar su piano. No dudo en entonar un tema de Chopin, provocando en el publico una gran ovación final. El artista le animaba a que volviera más días, que entonara más canciones clásicas, pero él les contestaba -La próxima vez tocaré una melodía propia, lo prometo- Ocasionando la alegría del artista viendo que un muchacho tan joven pudiera tener tanta pasión por la música y tantas ganas de crear. – ¡Mucha suerte, muchacho! ¡vuelve pronto!- le gritó el artista mientras se alejaba.
Vivía en Dublín una ciudad pequeña. Puedes recorrerla a pie en un solo día. Un rio, el Liffey, que atraviesa la capital de Oeste a Este. 125 km hasta que desemboca en la bahía de Dublín en el mar de Irlanda. Puentes que lo hacen accesible a sus habitantes. Que se llena de alegría para la celebración de San Patricio. Henry adoraba pasear por sus calles observando tranquilamente por lo caminos antiguos repletos de piedras, que seguramente en la antigüedad recorrieron carros y animales. Ahora estaba repletos de tiendas y cafeterías. Lo que de verdad disfrutaba era llevar un libro de partituras y pasar la tarde en St Stephen’s Green Parc, saludar la estatua de James Joyces o Oscar Wilder, y plantarse en el césped toda la tarde hasta que el tiempo acompañaba o el sol decidiera esconderse y llegar la noche. Le encantaba la soledad, no le gustaba estar con gente, realmente le agobiaba. Había creado un mundo propio y no deseaba compartirlo. Tenía un sueño en su mente, quería convertirse en el mejor compositor de su tiempo, no pararía hasta conseguirlo.
Acabó sus estudios en el conservatorio y su maestría con el piano le llevaron a trabajar en una pequeña orquesta. Hacían recitales de música de grandes compositores pero le daban un aire más contemporáneo. Henry se encargaba el mismo de hacer lo arreglos pertinentes a cada una de las notas del pentagrama. Por las tardes, componía su propia música que guardaba a buen recaudo. Todavía no se había atrevido a tocarla con público, creía que no era lo suficientemente buena para ser escuchada. No dejaba de hacer cambios y por su cara no estaba satisfecho. En su soledad, como compositor no soportaba que lo interrumpieran en sus momentos de creación. No se le recuerda con muchos amigos, su amor por encima de todo es la música. No te tratará mal pero no esperes nada más. Es demasiado reservado con todo lo que siente y sus momentos de frustración agradeces de que así sea. Una manera de ser, que lo único que le ocasiona es un agotamiento mental que le lleva a perder incluso la capacidad de levantarse.
La primera composición de Henry fue todo un éxito. El público durante una hora estuvo aplaudiendo sin parar. La excitación de lo vivido le creía casi como un Dios, no quería bajar de las nubes, en ese momento solo disfrutar al máximo del éxito conseguido.
Esa noche llegaron a más con el público entregado. Cada nueva música era mejor que la anterior. Su destreza con el piano era tal, que con el tiempo se convirtió en el compositor favorito del público.
Era consciente de que Dublín se le había quedado pequeño. No dudo en recorrer medio mundo mostrando su destreza musical. Decidió mudarse a una nueva ciudad. Quería cambiar de aires. Necesitaba que las nuevas composiciones tuvieran un nuevo aire. La ciudad elegida fue Barcelona. Aprender una nueva manera de vivir. Integrarse en nuevas costumbres y sobretodo comprarse una nueva casa donde poder componer con tranquilidad. Había encontrado un nuevo lugar donde poder desconectar y pensar en sus nuevas musicas. Siempre le acompañaba su libro de partituras y uno de sus libros favoritos, “ Los viajes de Gulliver” Jonathan Swift”, un libro concebido como una gran sátira de la humanidad, un toque ácido contra la vanidad y los medios políticos pero también un libro de aventuras. Le recordaba a su Tierra y siempre que tenía nostalgia no dudada en leer unas cuantas páginas. Su nueva vida era relajada pero al mismo tiempo quería crear una gran obra musical que superara a todas la anteriores. El regalo a la humanidad como él lo llamaba.
Fueron pasando los años y Henry pese a sentirse feliz con su vida no podía evitar tener la sensación de que le faltaba algo. En cierta manera la obra comenzada hace años todavía no había encontrado la manera de terminarla. Se volvía loco intentando unir cada una de las notas musicales, se desesperaba. Había compuesto otras obras pero la composición perfecta se le resistía. Algo que hizo que se encerrara en su casa y se olvidara incluso de descansar. Se refugiaba en su piano y aporreaba sus teclas hasta quedar exhausto. Cuando el cansancio le vencía se pasaba el día durmiendo o comiendo como si no hubiera un mañana.
Se había convertido en un loco obsesionado con componer su gran obra y se había olvidado del mundo, de las personas. Su casa era el espejo de como se sentía interiormente. Todo por el medio, sin intención de tener un orden. Cuadros de sus compositores predilectos llenos de una masa de polvo que los había convertido en seres sin rostro. Se había olvidado lo que era dar un concierto. Sus ganancias estaban comenzando a agotarse. Su vida sedentaria le estaba comenzando a dar problemas de salud.
Era uno de los pianistas más aplaudidos, en ese estado difícilmente podría soportar una actuación con público. Estaba sumido en una gran depresión.
Años antes, Luna Soler era una mujer que había conocido a Henry en uno de sus conciertos multitudinarios. No era una espectadora más. Era una gran admiradora del compositor que lo observaba desde lejos, porque nunca se había atrevido a dirigirle una palabra. En cualquier concierto que daba siempre podías encontrarla en primera fila, nunca fallaba a la cita.
Henry se había dado cuenta de la incansable espectadora y no dudó en querer conocerla en persona. Poder dialogar tranquilamente con ella, y sobretodo preguntarle por qué sentía tanta admiración por él. Le picaba la curiosidad. Esa misma noche llamó a uno de sus ayudantes que preparase el encuentro.
La conversación se convirtió en una velada repleta de palabras alabando la obra de Henry. Luna no dudada en expresar todo lo que sentía, incluso lo que no le gustaba que el músico aceptaba.
Ese primer encuentro acabo convirtiéndose en una amistad duradera. No llegó a nada más, porqué el gran amor de Henry era la música. No tenía tiempo para romances, cuando su meta en la vida era componer sin parar. Algo que Luna se resignaba porque estaba profundamente enamorada de él. Lo acompañaba en sus sesiones de composición, convirtiéndose en su confidente pero nada mas. Era tanto su devoción que para poder tener mayor complicidad no dudo en estudiar música y composición. Pasaban días enteros creando nuevas partituras, él aporreando el piano mientras ella lo transcribía en forma de notas musicales. Era un ejercicio agotador que cuando terminaba tenía una gran recompensa. Era representado en su siguiente concierto y aplaudido por las masas. Lo transportaban a un estado emocional de verdadero éxtasis. Se creía el mejor compositor y su ego cada vez fue en alza, provocando que cada vez quisiera alcanzar aún más gloria. Era la época donde se planteo crear la composición perfecta, aquella en la que sería recordado para siempre.
Luna veía que con el tiempo, el hombre que admiraba se había convertido en un déspota que no dudaba en gritarla cuando estaba bloqueado. Se desesperaba cuando las cosas no le salían como quería. Incluso la culpaba de su falta de entonación a la hora de componer.
Los años pasaban y la amistad entre los dos se fue deteriorando hasta querer poner punto y final a la misma. Luna no soportaba su actitud tan irracional. Había perdido la cabeza y lo más preocupante, no le importaba nada más. Decidió que ya era hora de tomarse un descanso con los conciertos y dedicar todo su tiempo en esa gran composición. No dormía y apenas comía, hasta el punto de acabar en un hospital conectado a una máquina y dándole de comer por una sonda. Esos ataques de histeria que a Luna la ponían en un estado de tristeza difícil de soportar.
Cuando intentaba ayudarle, él la chillaba de mala manera y la echaba de la habitación. Llegó a un punto que no podía mantener ni siquiera una conversación con Henry. Por mucho que le doliera en el alma tuvo que dejarlo marchar. Siempre recordaría esos primeros años donde ambos disfrutaban con sus conversaciones sobre música. Que se desplazaban al Tibidabo a observar la ciudad donde imaginaban nuevas músicas. Eran dos personas ilusionadas viendo anochecer Barcelona delante de sus ojos. Henry, el compositor más admirado se convirtió en una caricatura de si mismo.
Quien se iba a imaginar que un hombre con tanto talento con la música pudiera convertirse en un ser difícil de soportar. No quería tener contacto con el resto de personas, simplemente había aprendido a estar solo y no necesitaba a nadie mas. Su locura fue en aumento y su estado nervioso no le dejaba vivir en paz. Deseaba crear lo imposible y no aceptaba la derrota. No quería pasar página. Se sentía un verdadero fracasado y en cada intento de componer acababa con unos golpes tremendos que aparecían que iban a romper el piano. La casa se había convertido en su refugio y le daba miedo abandonarla. Su cuerpo endeble apenas se podía sostener. Provocando que su final estuviera apunto de llegar.
Una mañana su corazón dijo basta, dejando de latir y creyendo que le librarían de su carga. Su cuerpo dejo de tener vida para ser un fantasma. Convertido en un alma en pena dando tumbos por una casa que había decidido no abandonarlo. Su prisión perpetua, hasta encontrar a la persona que pudiera liberarle.
Los vecinos alertaron a la policía al darse cuenta que no se oían los gritos diarios de Henry maldiciendo al mundo por no dejarle terminar su obra. Intuían que había pasado algo, y no se equivocaron. La policía localizó el cuerpo sin vida y dieron sepultura a las pocas horas. Su espíritu en cambio se quedo en la casa, a la espera de no ser molestado por ningún ser vivo.
Intentaron vender la casa pero a los pocos días salían escopetados de allí. No había manera de venderla. Pasaron meses y años hasta que una familia que pasaba por allí decidió ocuparla porque se aburrían demasiado.
Mari Carmen, casada con Pedro, ambos no les falta dinero. Sus padres vivían rodeados de lujos. Ambos con treinta años pero con una mentalidad de adolescentes consentidos.
Decidieron tener un hijo, Tobías de doce años, que con su rebeldía le convirtieron en un niño terrible. Destructor de todo lo que le rodea. Por último Dexter, un perro que es el único que se comporta de manera civilizada, adorable y con ganas de jugar a todas horas.
Ahora nos encontramos a esta peculiar familia que se les ha ocurrido ocupar una casa, con su única intención de destrozarla por diversión. Lo que no se imaginaban que la vivienda venía con sorpresa.
Lo primero que hicieron fue entrar por una de las ventanas, no dudaron en romperla. Lo siguiente poner su propia cerradura, para así sentirse como los dueños de la propiedad. Tenían dos maletas: Una enorme con herramientas para la destrucción, y la otra con algo de ropa, por si les apetecía salir a dar una vuelta y pavonearse un rato.
La casa tenia dos plantas. Una principal donde se encontraba el salón rodeado de una biblioteca de libros y un piano. En la misma planta se encontraba la cocina y un cuarto de baño, bastante pequeño por cierto. Arriba estaban dos habitaciones, un cuarto repleto de trastos y otro con un baño enorme. En general todo estaba lleno de polvo y bastante desordenado.
-Te has fijado como está la casa- Dijo Carmen
-Ni que lo digas. Hemos venido para destrozarla y poca faena nos va a dar- contestó Pedro con cara de no estar satisfecho con lo que estaba viendo.
-Papá- dijo Tobías - Tenemos que quedarnos en esta casa, no me gusta. Tengo Hambre.
-Siempre pensando en comer. No te preocupes que ahora pedimos comida - Contestó la madre a Tobías que no estaba quieto.
-Coge a Dexter y date una vuelta por la casa, mientras pediremos la comida- dijo el padre con cara de pocos amigos.
-Vamos Dexter a ver que encontramos- Lo decía Tobías mientras su perro se ponía de patas arriba para que lo acariciara- Ahora no Dexter, vamos ven que vamos a ver que hay arriba.
Perro y niño subieron por la escalinata rumbo a las habitaciones. En una de ellas había un gran armario repleto de ropa. Estaba en buen estado porqué estaba envuelta en plásticos protectores. Tobías tuvo la idea de probarse unas cuantas de ellas. Se sentía como una persona mayor. Le iba grande de mangas y de todos lados pero le daba lo mismo. Mientras su amigo perruno no dejaba de ladrar y de correr por toda la habitación. Cuando ya se cansaron fueron a recorrer el resto de habitaciones hasta llegar a una repleta de fotos y muebles. Daba bastante miedo porque apenas tenías sitio por donde pasar. Poco tiempo permaneció en ella porque lo siguiente era volver donde se encontraban sus padres, esperando que ya tuvieran preparada la comida para comenzar a comer.
Todo parecía normal. La casa estaba tranquila y tras pasar unas horas inspeccionándola, decidieron quedarse en el salón. Con la idea en mente destrozarla más adelante porque les había encantado pese a la decepción inicial. Se quedarían en ella una larga temporada, cuando se cansasen comenzarían a romper todo lo que se encontraran, ahora mismo querían disfrutarla sin más.
NOCHE UNO
La familia Cansino y perruno tras una cena de aquellas que acabas tan lleno que no te puedes ni mover, se disponen a irse a dormir. Lo harían en una cama enorme de matrimonio los tres, por lo menos eso sería en la primera noche. Dexter en cambio acabaría en una pequeña almohada en el suelo de la habitación.
Durante la noche….
-Quien es esta gente. Como han osado entrar en mi casa. No me dejan tranquilo. Siempre la misma historia. Estoy cansado de ponerme en modo asustar constantemente.
Esta vez me lo tomaré con calma porque hacerlo todo en una noche me deja muerto. Ya lo estoy pero un poco de humor no viene mal para quitarme el cabreo. – El fantasma de Henry seguía con su conversación interior de como conseguiría echar estos nuevos intrusos. Tenía claro que esta vez sería diferente.
- No tienes frío cariño- Le susurraba Carmen al marido para no despertar al niño.
- Si - Le contestó Pedro estirando más para él la colcha para taparse.
- Mira si el crio esta temblando, pero si estamos en el mes de julio para hacer estas temperaturas -Se levantó de la cama Carmen buscando alguna manta con que taparse.
-Debe tener algún aire acondicionado por algún lado y no nos hemos enterado – también se levantó Pedro en busca de otra manta.-Mañana miraros de donde viene.
PRIMERA SEMANA
-De verdad no lo entiendo. Llevamos cinco días aquí y no hemos encontrado porqué hace tanto frio por las noches. – Chillando Pedro que no entendía nada de lo que pasaba.
-Pues es bien sencillo. Yo como fantasma no voy a dejar que durmáis calentitos.- dijo en alto el fantasma que por supuesto los Cansino no escucharon- esta noche es hora de asustar.
Esa noche y las siguientes el fantasma mientras dormían en sus camas comenzaron los ruidos a altas horas de la madrugada. Voces que les susurraban al oído que se fueran de la casa. Pero no tenía ningún efecto. Se levantaban a curiosear pero los siguientes días durmieron con tapones en los oídos para no ser molestados. Provocando la ira de Henry el fantasma. Cabreado era poco, Henry comprendía que tenía que tomar medidas mas drásticas para hacer que se largasen de su propiedad
SEGUNDA SEMANA
La noche nuevamente llegó. Tobías se comportaba de una manera muy rara. Decía palabras sin sentido alguno. Los ojos ni pestañeaban solo miraban fijamente al vacío.
El crio se desplazo hacia el salón rumbo al piano. Comenzó a tocarlo. Provocando que sus padres se despertaran al ver que no estaba con ellos en la habitación.
El niño había sido poseído. No podía parar de tocar las teclas. Los padres intentaron quitarlo del instrumento pero no lo consiguieron. Hasta que comenzó a gritar “Largaos de mi casa” lo siguiente fue caer literalmente al suelo. La posesión había terminado.
-¡Tenemos una casa encantada ! ¡Tenemos a un fantasma! – Gritando entusiasmada Carmen
-¡Me han poseído mamá! – lo decía Tobías entusiasmado que comenzó a dar vueltas por toda la casa. El perro le seguía como loco.
Henry por supuesto no entendía nada. Como era posible que no le tuvieran miedo. Cualquiera se hubiera asustado presenciando una posesión tan conseguida. Tenía que pensar algo que les asustara de verdad. No iba a permitir que esta gente se quedará en su hogar.
LA SEMANA DE LA MEDIUM
Después de vivir la semana anterior una posesión fantasmal. Los Cansino decidieron ir más allá. Llamaron a una famosa médium para que pudieran contactar con el espíritu errante de la casa. Le harían preguntas estúpidas con la simple intención de divertirse.
La médium estuvo varios días intentando hacer contacto con el fantasma, pero él ante las llamadas pasaba de dar señales. Le parecía estúpido las maneras de la mujer de llamarle la atención. Lo único que provocaba que Henry se cabreara aún más. Desencadenando que su ira lo pagara la casa. Comenzó a temblar como si hubiera un terremoto en el interior, los muebles y los objetos comenzaban a volar por todas partes. La casa se había convertido en una ratonera, no había lugar donde estar a salvo.
Llegó u momento que el temblor paró dando paso a una nueva posesión y esta vez perruna. Dexter poseído comienza a perseguirlos por toda la casa. Se dirigen hacía la puerta de salida pero el fantasma se lo impide. No pueden abrirla y mucho menos romperla. Una fuerza ,los lanzan hacía en suelo del salón. La única opción que tienen es correr y correr hasta acabar encerrados en una habitación de la planta de arriba. El perro no deja de golpear la puerta para poder entrar. El miedo se ha apoderado de ellos y solo ven una posibilidad gritar que se van a marchar que a ganado, al mismo tiempo que saltan por la ventana de la habitación.
El fantasma lo ha entendido y acaba con la posesión del animal. Abre la puerta principal y el perro se reúne con su familia, una médium que ha decidido dedicarse a leerte el horóscopo, que deja los fantasmas por una larga temporada. Todos huyen calle abajo.
Henry recuperó su casa, aunque había quedado en un estado horrible. Lo único que se había salvado era su valioso piano. Durante una buena temporada no recibió ningún visitante, mas por la fama de casa encantada. Se convirtió en una propiedad olvidada.
Luna vuelve a la casa de Henry. Se había convertido en una famosa compositora. Sus recuerdos en ella nunca los había olvidado, y los sentimientos por él nunca había desaparecido. Habían pasado muchos años pero de alguna forma necesitaba volver al lugar donde había compartido tantos momentos. Necesitaba de alguna forma decirle adiós.
Sin pensarlo decidió comprar la casa. Henry al reconocer a la nueva dueña decidió permanecer en silencio. En ese tiempo arregló la casa y vivió tranquila sin saber que tendría el fantasma de su amigo a su lado.
Un día encontró la partitura que estaban trabajando. Aquella gran obra que nunca se pudo acabar. Ella sin dudarlo comenzó a tocarla haciendo que el fantasma no pudiera evitar dejarse ver. Luna no pudo evitar emocionarse y saltarle las lágrimas. No estaba asustada solo le entristecía que no pudiera tocarlo.
Los siguientes días fueron como si nunca hubiera pasado el tiempo. Trabajaron en la obra y lograron terminarla. Lo único que quedaba que Henry pudiera tocarla, pero no era posible, a no ser que Luna se dejara poseer. Ella accedió provocando que el fantasma cumpliera su tarea pendiente. Abandonó el cuerpo de Luna y se despidió de ella para siempre. Le pidió perdón por todos esos años donde se comportó como un autentico patán. Ella lloraba pero en el fondo feliz por comprender que ahora Henry podría descansar en paz en el otro lado.
Escrito por Sandra Barrachina
0 comentarios:
Publicar un comentario